Un poco de historia y concepto
Alguien dijo que los peligros que nos acechan en nuestro medio natural pueden ser reconvertidos y utilizados para nuestro bienestar. El problema es dar con la técnica precisa para conseguirlo. A través del devenir histórico estos logros se han venido obteniendo gracias a la cotidiana e ingente labor de los científicos e investigadores. Algo así sucedió a finales de los 70 cuando tienen lugar las primeras aplicaciones clínicas de la toxina botulínica, un poderosísimo veneno del cual bastaría un solo gramo para matar a un millón de cobayas.
Esta neurotoxina es segregada por la bacteria Clostridium Botulinum y su potentísimo efecto paralizante comenzó a ser utilizado para conseguir un efecto relajante muscular en las distonías, complejos procesos neurológicos de origen heredofamiliar o consecuencia de un traumatismo cráneo-encefálico con daño neurológico cerebral. Los efectos beneficiosos de la toxina cuidadosamente dosificada en estos pacientes se aprecia a las pocas semanas con una mejoría de las crisis espasmódicas, contracturas musculares y movimientos incontrolados involuntarios (tics) que, hasta entonces, carecían de una terapia eficaz y que incapacitaban totalmente a estos pacientes para una vida sociolaboral normal.
La toxina se presenta en envases de 50 a 100 U para su uso terapéutico y las dosis utilizadas suelen ser 28 veces menores a la dosis tóxica, aplicándose mediante inyección de las zonas musculares afectadas cada varios meses. A partir de estos primeros resultados, el uso terapéutico se fue extendiendo a otras patologías como el estrabismo ocular, la incontinencia urinaria de la paraplejía, algias o dolores por contractura crónica y espástica músculovertebral, temblor idiopático, codo del tenista, tortícolis espasmódica crónica, vaginismo, bléfaroespasmo crónico, Parkinson, tétanos, esclerosis múltiple, parálisis cerebral espástica, migraña,etc.
Las experiencias obtenidas al paso de los años has permitido ir reduciendo las dosis empleadas hasta ajustarla a una dosis mínima inhibitoria y eficaz, circunstancia que permite aminorar potenciales efectos indeseables iniciales, como cierta debilidad o atonía muscular, inconvenientes siempre reversibles tras una corrección de la dosis terapéutica inicial utilizada.
Complicaciones y contraindicaciones
Los infrecuentes efectos indeseables reseñados con mayor frecuencia son eventuales hematomas, debilidad muscular de la zona tratada, las pequeñas molestias dolorosas e inflamaciones locales residuales, inconvenientes que suelen desaparecer al cabo de pocos días. La terapia está contraindicada en el embarazo, la lactancia, en pacientes alérgicos a la albúmina del huevo o con trastornos de la coagulación sanguínea y en personas bajo tratamiento con anticoagulantes, anticolinérgicos o miorelajantes.
El botox en Dermocosmetología
Hacia el año 2000 aparecieron las primeras publicaciones científicas relacionadas con el uso de la toxina botulínica tipo A en el tratamiento dermocosmético de las arrugas y de la hiperhidrosis bromhidrótica persistente (exceso de sudoración maloliente). En abril del año 2002 La FDA americana aprobó la utilización del primer fármaco comercializado con el nombre de Botox (del anglosajón botuline toxine) por la empresa Allergan de California. Los favorables y exitosos resultados de su uso fue seguida de la aparición de nuevas marcas comerciales, como Dysport, Xeomeen, Lantox, Nabota, Siax, Vistabel, Azzalure, etc.
La terapia de las arrugas o ritidosis con toxina tipo A se inició hacia finales del los 90 con óptimos resultados en las “de expresión” del entrecejo, frente en “ceño fruncido”, látero-palpebrales o “patas de gallo”, látero-nasales y en el contorno de la boca o “código de barras” y , con menor eficacia, a lo largo del cuello. El “botox” se inyecta intramuscularmente previa aplicación de compresas muy frías o de una crema anestésica para minimizar las molestias con una aguja muy fina en el interior de los grupos músculares relacionados e implicados. Se utilizan dosis iniciales de 2 a 5 U. que se infiltran en cuadrantes de 1 cm. de separación y sin sobrepasar las 100 U. en los 15 o 30 minutos que dura cada ciclo o sesión de tratamiento. Los resultados favorables se evidencian ya al cabo de 5 días y su efecto se mantiene por un período de cinco o seis meses por lo que suele aplicarse un par de veces al año.
Hacia el año 2.000 comenzó a utilizarse esta técnica en pacientes con hiperhidrosis bromhidróticas extremas (exceso de sudoración maloliente) y particularmente resistentes a la terapia local común y usualmente eficaz con iontoforesis, cloruro de aluminio hexahidratado o glutaraldehido de uso tópico. La técnica consiste en efectuar infiltraciones locales en axilas, palmas y plantas con 2 U. en cuadrantes de 15 mm. de separación inyectando un total de 80 U. por cada axila, palma de mano o planta del pie tras una eventual anestesia local o troncular relacionada con la particular sensibilidad al dolor del paciente. El efecto beneficioso se aprecia a los pocos días con una efectividad que se mantiene alrededor de 7 meses, repitiéndose la terapia en dicho período según conveniencia.
Estos tratamientos deben ser administrados por personal Médico experto y altamente cualificado, como el Médico Especialista en Dermatologia Médico-Quirúrgica o el Especialista en Cirugía Plástica y Reparadora.